miércoles, 28 de diciembre de 2011

EL MENSAJE DEL REY



El mensaje de Navidad del Rey ha supuesto un paso hacia delante, aunque muy corto, en relación con el caso URDANGARIN dedicándole unas 100 breves y prudentes palabras.
Sus omisiones son reveladoras. El año pasado finalizó su discurso con este mensaje:”¡Muy feliz Navidad y Año Nuevo 2011, en nombre propio y de mi familia, a todos los españoles y a todos los extranjeros que viven con nosotros!”. Este año, por primera vez, no nombra a su familia.
Reivindicar que “la justicia es igual para todo el mundo” es el mínimo exigible para quien representa la máxima visibilidad del Estado de Derecho. Se podría decir a favor suyo que pedir “rigor, seriedad y ejemplaridad en todos los sentidos” y afirmar que “las personas con responsabilidades públicas tenemos el deber de observar un comportamiento adecuado, un comportamiento ejemplar” es un gran paso. Pero no lo es, aun y cuando tragara saliva cuando lo dijo. El Rey alude a lo que todos pensamos, pero elude su posición personal y su reflexión como padre. No ha dicho ni tan solo que se siente triste o avergonzado.Esa noche se esperaba ver al Rey decepcionado y afligido.Era lo mínimo. No mostrarse así le convierte en alguien insensible o, lo que es peor protagonista de un artificio. En su discurso, hubiera habido de reconocer, al menos el perjuicio que miembros de su propia familia han causado a lo que el mismo reconocía como “la desconfianza respecto a la credibilidad de nuestras instituciones”. Ha estado una oportunidad perdida o frustrada.
La escenografía del mensaje real ha estado cuidada, como siempre, con una realización hierática y tradicional. El Rey ha hecho esfuerzos en la comunicación gestual, pero sin registros emocionales justo cuando más lo necesitaba. Ha recitado su mensaje, pero no sé si ha escuchado el mensaje que le llegaba de la sociedad en forma de expectativa crítica.
El Rey no se ha disculpado. Y para quien haya creído que no tendría que asumir responsabilidades que no son suyas, será bueno recordar que la única razón de peso para aceptar que el linaje sea de legitimidad es la moralidad. Si no hay votos, tiene que haber ética y autocrítica, al menos. Es cierto que la justicia ha de ser para todo el mundo igual, pero el juicio del ámbito moral ha de ser superior para aquellos que la cuna o los lazos familiares les otorgan el privilegio de la representación constitucional.
Mal asesorado y defendido el Rey, se ha movido, calculadamente, como una pieza fría de un tablero. Ha perdido la oportunidad de mostrarse como una persona real. El, que ha pedido a los demás que actúen con “realismo”. No ha predicado con el ejemplo. Justamente lo que esa noche se juzgaba.